Dicen algunos que la paciencia es una actitud ante la vida, un modo de enfrentar los contratiempos y las vicisitudes que se nos presentan en la vida, otros dicen que es una virtud humana que nos hace fuertes y que nos predispone a la tolerancia, comprensión, perseverancia, serenidad.
Lo cierto es que la paciencia es un arte, un arte porque no nacemos con ella, es algo que debemos aprender a lo largo de nuestra existencia, desde niños. Los niños son por naturaleza muy impacientes con las cosas que desean y es compresible porque están en pleno proceso de formación y no saben aún cómo ser pacientes. Pero muchos adultos también padecemos de impaciencia, no hemos aprendido a esperar ni hemos madurado lo suficiente en ese sentido.
La paciencia tiene que ver con la esperanza, con la perseverancia también que es el mantenernos firmes a la espera de conseguir un propósito sin cejar en los esfuerzos para lograrlo, la paciencia tiene que ver con la serenidad del ánimo, del espíritu. La desesperación, la impaciencia, la angustia, son todos antagónicos de la paciencia.
Cuando somos niños y adolescentes escuchamos de nuestros padres y /o familiares: " Debes ser paciente, debes aprender a esperar, todo llega", pero muchas veces no solemos o no queremos entender, queremos las cosas "ya", no hay tiempo para esperas nos decimos, debe ser "ahora". Vivimos de querer las cosas de modo inmediato, pero no pensamos ni sabemos que hay una mediatez en ellas, hay cosas que median entre nuestros deseos, por lo cual no pueden darse de modo inmediato, queremos comprar algo y lo pedimos a nuestros padres, queremos que sea de inmediato, pero no sabemos si nuestros padres tienen dinero ese mes para comprarnosla, o si habrá eso que queremos en las tienda o cualquier otro obstáculo. Hay una mediatez entre nuestros deseos y las posibilidades reales y materiales de lograrlos, pero eso no lo queremos comprender, queremos ser complacidos "ya", ahora" y si no lo logramos formamos un berrinche, sufrimos, gritamos, decimos que nuestros padres son malos, etc.
Ese querer las cosas con ese sentido de inmediatez es lo que nos hace crecer y convertirnos en adultos desesperados, en personas sin serenidad interior, personas que cuando no obtenemos lo que deseamos justo cuando lo queremos, entonces nos enfadamos, nos sentimos miserables, nos sentimos infelices y sufrimos con el riesgo de convertirnos en seres amargados y frustados.
Hemos oido muchas frases sobre el arte de la paciencia o del saber esperar, por ejemplo una como ésta refieriendonos a Dios: "Señor dame paciencia, pero apresúrate por favor!", es decir, dame la paciencia que necesito para saber esperar pero no tardes, eh? una paradoja, sin duda!
Muchos han escrito sobre la paciencia, mucho hemos leido y oido hablar sobre ella, pero cuánto de todo eso hemos asimilado para nuestra vida diaria? somos pacientes? sabemos esperar con calma el momento oportuno? o sentimos que no tenemos tiempo para esperas inútiles y vanas?
Pues bien, yo era una persona muy impaciente, siempre desde niña quise obtener todo rápido y sufría cuando no era asi, me descorazonaba muy pronto y eso me hacía ser muy infeliz, de adolescente igual, ya de adulta cuando comencé a entender y conocer el mundo espiritual fuí aprendiendo sobre la paciencia, sobre todo porque he sabido que una de las cosas que debo aprender en ésta reencarnación es a ser paciente, en parte he venido a ésta vida a eso, es una de las lecciones que no aprendí correctamente en vidas pasadas, asi que en eso estoy, aprendiendola ahora en ésta existencia. Y creo que he ido avanzando en ese aprendizaje pero reconozco que aún me falta por aprender sobre ello.
La paciencia tiene que ver con el tiempo de espera, con las esperanzas por supuesto, con los sueños que tenemos y deseamos lograr, tiene que ver con los ideales, con los deseos, y entonces la paciencia se hace necesaria, porque si no aprendemos a tenerla corremos el riesgo de sufrir mucho en la vida cuando vemos que nuestras expectativas tardan en cumplirse.
"Un paso a la vez", "Poco a poco se llega lejos", "Lento pero seguro", " Para correr primero hay que aprender a caminar", etc...tantas frases coloquiales que nos suenan tan comunes, verdad?, pero que ciertas son.
Decía San Francisco de Sales (1566-1622) Obispo y Doctor de la Iglesia, Patrón de los escritores y periodistas: "Ten paciencia con todas las cosas pero sobre todo contigo mismo" . Y que cierta es ésta frase.
Debemos comenzar con nosotros mismos, a ser pacientes con nuestras fallas, errores, con nuestras carencias y limitaciones, todos los tenemos, recordemos una vez más que somos seres imperfectos, venimos a ésta mundo material a aprender y a evolucionar ,no debemos ser muy severos al juzgarnos, recuerden que lo primordial es tomar conciencia de que debemos cambiar aquello que se pueda y que sea negativo en nosotros, una vez conscientes de ello, todo lo demás se hace fácil. Lo importante es comenzar con nosotros mismos, pero siendo pacientes, un paso a la vez, y asi poco a poco lograremos ir cambiando todos los aspectos negativos de nuestra personalidad por aspectos positivos.
No podemos pedir paciencia a otros cuando nosotros no la tenemos con nosotros mismos, ni con nuestros deseos y anhelos. Ser pacientes no implica darse por vencidos, sino perserverar con una actitud objetiva, discerniendo lo que nos conviene y lo que no, cuándo es un buen momento y cuándo no, qué debo hacer para ir con menos riesgos, qué método tomar, cómo ir trabajando sobre ello que deseo, etc....y sé que es difícil cultivar esa virtud, porque somos desesperados, vivimos en una sociedad vertiginosa que marcha a pasos rápidos y que debemos seguirle la marcha, pero no por eso debemos ser irracionales e impulsivos, porque ya luego deberemos recomenzar al fallar, la prisa nunca ha sido buena consejera, hay una frase que dice: "Sin prisa, pero sin pausa", es decir, con paciencia pero sin dejar de perseverar, creo que es una buena frase.
Hay un cuento infantil sobre la paciencia, que quiero compartir con ustedes:
"Cuando el joven Nerino fue nombrado jefe de la tribu, todos esperaban que, tal y como era costumbre en la isla, dedicase sus esfuerzos a luchar contra la gran bestia del ojo de fuego, el malvado ser que los aterrorizaba desde hacía cientos de años. Nerino había prometido derrotar a la bestia, y aunque era un buen luchador, no parecía mejor que los que habían fracasado antes que él. Calculaban que no duraría mucho más de un año como jefe de la tribu. Era más o menos el tiempo que se tardaba en preparar y entrenar un grupo de guerreros para viajar hasta la cima del volcán, donde vivía el terrible enemigo. Una vez allí, sin importar lo valientes y fuertes que fueran, todos los del grupo eran aniquilados en unas pocas horas.
Pero no ocurrió nada. Nerino no preparó un ejército, ni entrenó más de lo habitual, ni inventó nuevas tácticas de lucha. Se limitó a cambiar el asentamiento de la tribu cuando en verano la bestia lanzaba sus más feroces ataques, inundando todo con el abrasador fuego de su ojo.
Todos le miraban con insistencia y preocupación. Le pedían que luchara, que hiciera algo, que fuera tan valiente y cumpliera con su destino como jefes, pero Nerino se limitaba a decir: “Venceré a la bestia, pero aún no es el momento”.
Así pasaron tantos años que Nerino se convirtió en un anciano. Y aunque le respetaban como jefe, pues su estrategia de ir cambiando de lugar en la isla había permitido salvar muchas vidas, todos le tenían por un cobarde.
Pero cuando ya nadie lo esperaba, Nerino preparó un grupo de guerreros. Lo hizo de pronto, sin avisar, una fría noche de invierno. La nieve, rara en aquella isla, cubría el suelo, y el grupo tuvo que marchar descalzo, con los pies helados, camino del volcán, a toda prisa. Junto a la cima del volcán encontraron la cueva de la bestia. Nerino entró decidido, mientras sus compañeros realizaban los rituales típicos de despedida y se disponían a morir...
Cuando entraron, el anciano estaba en pie junto a la bestia. Ésta estaba tendida en el suelo, hecha un ovillo, tamblando y gimiendo, al borde de la muerte. Nerino y sus guerreros no tuvieron problemas para apoderarse del ojo de fuego y encadenar fuertemente a la bestia.
De vuelta al campamento de la tribu, todos deseaban escuchar la aventura de Nerino y su combate con la bestia. Ni siquiera el bebé más pequeño faltaba cuando el jefe inició su relato:
- Jamás he pensado luchar con algo tan terrible, y hoy tampoco lo he hecho.” -dijo, creando un sentimiento de extrañeza y expectación. Y prosiguió
- ¿Ninguno os habíais fijado en que la bestia nunca atacaba en los peores días del invierno, y que después de alguna época especialmente fría, su fuego no era tan intenso, ni sus ataques tan temibles? Durante muchos años he estado esperando una nevada como la de hoy, pues lo que necesitábamos no eran guerreros, sino frío. Cuando llegamos al volcán, la bestia estaba tan débil que no pudo ni luchar. Por fin hemos acabado con siglos de luchas y muertes, y tenemos a la bestia y su ojo de fuego a nuestro servicio.
Todos aclamaron la sabiduría de su jefe, y más le felicitaban quienes más le habían criticado y despreciado por su supuesta cobardía. Y hasta el más impaciente de la tribu aprendió que, a veces, la paciencia puede llegar a ser mucho más útil que la acción, aunque tengas que ser tan valiente que permitas que te traten como un cobarde.
Autor: Pedro Pablo Sacristan"
Pero no ocurrió nada. Nerino no preparó un ejército, ni entrenó más de lo habitual, ni inventó nuevas tácticas de lucha. Se limitó a cambiar el asentamiento de la tribu cuando en verano la bestia lanzaba sus más feroces ataques, inundando todo con el abrasador fuego de su ojo.
Todos le miraban con insistencia y preocupación. Le pedían que luchara, que hiciera algo, que fuera tan valiente y cumpliera con su destino como jefes, pero Nerino se limitaba a decir: “Venceré a la bestia, pero aún no es el momento”.
Así pasaron tantos años que Nerino se convirtió en un anciano. Y aunque le respetaban como jefe, pues su estrategia de ir cambiando de lugar en la isla había permitido salvar muchas vidas, todos le tenían por un cobarde.
Pero cuando ya nadie lo esperaba, Nerino preparó un grupo de guerreros. Lo hizo de pronto, sin avisar, una fría noche de invierno. La nieve, rara en aquella isla, cubría el suelo, y el grupo tuvo que marchar descalzo, con los pies helados, camino del volcán, a toda prisa. Junto a la cima del volcán encontraron la cueva de la bestia. Nerino entró decidido, mientras sus compañeros realizaban los rituales típicos de despedida y se disponían a morir...
Cuando entraron, el anciano estaba en pie junto a la bestia. Ésta estaba tendida en el suelo, hecha un ovillo, tamblando y gimiendo, al borde de la muerte. Nerino y sus guerreros no tuvieron problemas para apoderarse del ojo de fuego y encadenar fuertemente a la bestia.
De vuelta al campamento de la tribu, todos deseaban escuchar la aventura de Nerino y su combate con la bestia. Ni siquiera el bebé más pequeño faltaba cuando el jefe inició su relato:
- Jamás he pensado luchar con algo tan terrible, y hoy tampoco lo he hecho.” -dijo, creando un sentimiento de extrañeza y expectación. Y prosiguió
- ¿Ninguno os habíais fijado en que la bestia nunca atacaba en los peores días del invierno, y que después de alguna época especialmente fría, su fuego no era tan intenso, ni sus ataques tan temibles? Durante muchos años he estado esperando una nevada como la de hoy, pues lo que necesitábamos no eran guerreros, sino frío. Cuando llegamos al volcán, la bestia estaba tan débil que no pudo ni luchar. Por fin hemos acabado con siglos de luchas y muertes, y tenemos a la bestia y su ojo de fuego a nuestro servicio.
Todos aclamaron la sabiduría de su jefe, y más le felicitaban quienes más le habían criticado y despreciado por su supuesta cobardía. Y hasta el más impaciente de la tribu aprendió que, a veces, la paciencia puede llegar a ser mucho más útil que la acción, aunque tengas que ser tan valiente que permitas que te traten como un cobarde.
Autor: Pedro Pablo Sacristan"
Creo que es un buen relato que nos lleva a reflexionar sobre el valor de la paciencia, a veces es necesario esperar mucho tiempo hasta hallar el momento oportuno, pero entonces el éxito estará asegurado.
Hay una frase que le va muy bien a éste cuento:
"No confundas la paciencia, coraje de la virtud, con la estúpida indolencia del que se da por vencido." Mariano Aguiló (1825-1897) Poeta español.
Aprendamos a caminar de la mano de paciencia, un paso a la vez, lento pero seguro, con perseverancia, fe, coraje y fortaleza, que la virtud de la paciencia sea siempre un trago de agua dulce, que sea un soplo de brisa fresca, un remanso de serenidad para el alma, un avanzar por senderos seguros, un vislumbrar de mañanas radiantes y hermosas, no perdamos de vista los objetivos, trabajemos cada día en ellos, esperemos lo que haya de esperar, todo tiene su tiempo en la vida, no hay nada en la naturaleza que no llegue antes de su tiempo, el Plan del Creador es perfecto, en armonía universal siempre, con todos y con todo. Seamos pacientes y lograremos avanzar en éste camino de luz y amor.
"Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano."
Pablo Neruda
Pablo Neruda
"¿Por qué aguardas con impaciencia las cosas? Si son inútiles para tu vida, inútil es también aguardarlas. Si son necesarias, ellas vendrán y vendrán a tiempo. Amado Nervo "
Les dejo un abrazo en la luz,
Dina
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