viernes, 11 de febrero de 2011

La ambición del corazón

El miércoles leía con mis alumnos de clase de lectura en español, el libro de "El caballero de la armadura oxidada" de Robert Fisher, creo que todos lo conocen y en uno de los capítulos del mismo cuando el caballero visita el "Castillo del Conocimiento", en ese castillo se encuentra a un manzano con una inscripción que el caballero debe descifrar "Por ésta fruta impongo condición, pero ahora aprendereís sobre la ambición". Frase que el caballero cansado del viaje por la Senda de la Verdad, no quiere ni tiene ánimos de descifrar, entonces tiene una interesante conversación con el mago Merlín quien lo asesora en la búsqueda de sí mismo.

Les copio parte de la conversación:
"El caballero gruñó.
- Estas inscripciones son cada vez más difíciles de entender.
- Nadie dijo que el Castillo del Conocimiento fuera fácil - dijo Sam con firmeza.
El caballero suspiró, cogió una manzana y se sentó bajo el árbol con Rebeca y Ardilla.
- ¿Vosotras lo entendéis? - les preguntó.
Ardilla negó con la cabeza.
El caballero miró a Rebeca, que también negó con la cabeza.
- Pero lo que sí sé - dijo pensativa - es que no tengo ninguna ambición.
- Ni yo - intervino Ardilla - y apuesto a que éste árbol tampoco tiene ninguna.
 - Tiene razón - dijo Rebeca - Este árbol es como nosotras. No tiene ambiciones. Quizá vos no necesitéis ninguna.
- Esto está bien para los animales y los árboles - dijo el caballero - Pero ¿qué sería una persona si no tiene ambición?
- Feliz - dijo Sam
- No, no lo creo.
- Todos estáis en lo cierto - dijo una voz familiar.
El caballero se volvió y vio a Merlín de pie, detrás de él y los animales. El mago vestía su larga túnica blanca y llevaba un laúd.
- Estaba a punto de llamaros, Merlín - dijo el caballero.
- Lo  sé - replicó el mago - Todo el mundo necesita ayuda para entender a un árbol. Los árboles son felices simplemente siendo árboles, al igual que Rebeca y Ardilla son felices siendo simplemente lo que son.
- Pero los humanos somos distintos - protestó el caballero - tenemos mentes.
- Nosotros también tenemos mentes - declaró Ardilla, un tanto ofendida.
- Lo siento. Es sólo que los seres humanos tenemos mentes más complicadas que hacen que deseemos ser mejores - explicó el caballero.
- ¿Mejores de qué? - preguntó Merlín, tañendo ociosamente unas notas en su laúd.
- Mejores de lo que somos - respondió el caballero.
- Nacéis hermosos, inocentes y perfectos. ¿Qué podría ser mejor que eso? - demandó Merlín.
- No, quiero decir que queremos ser mejores de lo que pensamos que somos, y mejores que los demás... ya sabéis, como yo, que siempre he querido ser el mejor caballero del reino.
- Ah, si - admitió Merlín - la ambición de vuestra complicada mente os llevó a intentar demostrar que erais mejor que otros caballeros.
- ¿Y qué hay de malo en ello? - preguntó el caballero a la defensiva.
- ¿Cómo podríais ser mejor que otros caballeros si todos nacisteis tan inocentes y perfectos como erais?
- Al menos era feliz intentándolo - replicó el caballero.
- ¿Lo erais? ¿O es que estabais tan ocupado intentando serlo que no podíais disfrutar del simple hecho de ser?
- Me estáis confundiendo - musitó el caballero - Sé que las personas necesitan tener ambición. Desean ser listas y tener bonitos castillos y poder cambiar el caballo del año pasado por uno nuevo. Quieren progresar.
- Ahora estáis hablando del deseo del hombre de enriquecerse; pero si una persona es generosa, amorosa, compasiva, inteligente y altruista, ¿cómo podría ser más rica?.
- Esas riquezas no sirven para comprar castillos y caballos - dijo el caballero.
- Es verdad  - Merlín esbozó una sonrisa - hay más de un tipo de riquezas, así como hay más de un tipo de ambición.
- A mi me parece que la ambición es la ambición. O deseas progresar o no lo deseas.
- Es más complicado todo eso - respondió el mago - La ambición que proviene de la mente te puede servir para conseguir bonitos castillos y buenos caballos. Sin embargo, sólo la ambición que proviene del corazón puede darte, además, la felicidad".


En éste hermoso diálogo entre el Caballero y el mago Merlín observamos que la ambición a la que se refiere el caballero es esa ambición que todos conocemos y que es la que se define por el deseo de poseer riquezas, prestigio, posición, honores, bienes materiales, etc...es la ambición de la mente como la define Merlín, esa que lleva a los hombres incluso a matar por obtener sus deseos. Es la ambición que destruye al hombre y a su vida, la que le obstaculiza la felicidad. Muy distinta a la ambición de superarse dentro de los límites razonables, la ambición de obtener un mejor nivel de vida a la que todos tenemos derecho, esa que nos permita superarnos para poder ofrecer a la sociedad, a nuestras familias y a nuestros semejantes un mejor servicio de nosotros, pero no la ambición sin freno, esa que no se detiene ante nada, la que siempre desea más y más, para satisfacer al Ego, ese caprichoso personaje que nos regula la vida y que siempre juega en nuestra contra.

Hablamos entonces de la Ambición del Corazón, donde es el corazón el que nos dicta las pautas a seguir para obtener eso que deseamos, ser felices y ayudar a los demás a serlo, dando de nosotros mismos lo mejor que tenemos, es la ambición que propende a cultivar las riquezas espirituales, las que nos hacen mejores seres humanos, las que nos hacen ricos de verdad, más que lo que nos haría todo el dinero, las propiedades y la fama. Pero es la riqueza que menos se busca, es la riqueza del corazón, esa que muchos no poseen ya que al igual que el Caballero solo viven buscando ser mejores que los otros, poseer más, demostrar que tienes poder, el que da el dinero y los bienes materiales, pero el estar tan ocupados en ello hace que esas personas sean muy pobres de corazón, que vivan sin saber qué es la verdadera felicidad, porque sabemos todos muy bien, que el dinero no da la felicidad, historias de ricos y millonarios infelices conocemos todos, .... de qué nos sirve vivir en un Castillo si tenemos el corazón enmohecido y no conocemos la felicidad, o al menos los pequeños momentos de paz, dicha y alegría que nos proporcionan las riquezas espirituales? 

Ya sé que hay personas que opinan que ésto que les digo es puro bla, bla, que lo que importa es el dinero, la fama y el poder sin importar los medios para conseguirlo, esas personas son personas que viven en la oscuridad, que no ven más allá del brillo metálico de las riquezas, que sin fortuna ni riquezas no saben ser, han olvidado su esencia divina, esa que como dice Merlín nos hace nacer a todos hermosos, inocentes y perfectos.

Un granito de arena hace montaña si sabemos dar con desprendimiento y si sabemos utilizar la ambición del corazón en beneficio de nuestros semejantes y de nosotros mismos. La ambición del corazón es esa que nos hace pensar en los demás, en ser generosos, en ayudar desde el alma a quien lo requiera, es la ambición de servir, de llevar luz, amor, paz, consuelo, con una sóla palabra que demos, una sóla sonrisa, un abrazo o un beso, estamos dando tanto, no necesitamos tener dinero para dar, ni ser ricos materialmente, recordemos que el dar no discrimina entre tipo de riquezas, tan valioso es el dar material como el dar espiritual, pero creo que ambos tipos deberían ser complementarios, dar lo material desde el corazón, y si no tenemos nada material, demos bienes espirituales, palabras, sonrisas, afecto, amor, abrazos, apoyo, etc...

El ser humano debe retornar a ambicionar desde el corazón, estamos en tiempos de Ascensión donde caminamos hacia el Amor a grandes pasos no hacia el egoismo que proporciona la ambición de la mente.

Seguimos con el relato del caballero en la parte de la ambición del corazón:


"¿Qué es la ambición del corazón? - le cuestionó el caballero.

- La ambición del corazón es pura. No compite con nadie y no hace daño a nadie. De hecho, le sirve a uno de tal manera que sirve a otros al mismo tiempo.

- ¿Cómo? - preguntó el caballero, esforzándose por comprender.

- Es aquí donde podemos aprender del manzano. Se ha convertido en un árbol hermoso y maduro, que da generosamente sus frutos a todos. Cuantas más manzanas coge más gente - dijo Merlín - más crece el árbol y más hermoso deviene. Este árbol hace exactamente lo que un manzano debe hacer: desarrollar su potencial para beneficio de todos. Lo mismo sucede con las personas que tienen ambiciones del corazón.

- Pero - objetó el caballero - si me pasara el día regalando manzanas, no podría tener un elegante castillo y no podría cambiar el caballo del año pasado por uno nuevo.

- Vos, como la mayoría de la gente, queréis poseer muchas cosas bonitas, pero es necesario separar la necesidad de la codicia.

- Decidle eso a una esposa que quiere un castillo en un mejor barrio - replicó mordaz el caballero.

Una expresión divertida se dibujó en el rostro de Merlín.

- Podríais vender algunas de vuestras manzanas para pagar el castillo y el caballo. Después podríais dar las manzanas que no necesitarais para que los demás se alimentasen.

- Este mundo es más fácil para los árboles que para las personas - dijo el caballero filosóficamente.

- Es una cuestión de percepción - dijo Merlín - Recibís la misma energía vital que el árbol. Utilizáis la misma agua, el mismo aire y la misma nutrición de la tierra. Os aseguro que si aprendéis del árbol podréis dar frutos y no tardaréis en tener todos los caballos y castillos que deseáis.

- ¿Queréis decir que podría conseguir todo lo que necesito simplemente quedándome quieto en mi propio jardín? - preguntó el caballero.

Merlín rió.

- A los seres humanos se les dio dos pies para que no tuvieran que permanecer en un mismo lugar, pero si se quedaran quietos más a menudo para poder aceptar y apreciar, en lugar de ir de aquí para allá intentando apoderarse de todo lo que pueden, entenderían verdaderamente lo que es la ambición del corazón.

El caballero permaneció en silencio, reflexionando sobre las palabras de Merlín. Estudió el manzano que florecía ante sus ojos. Observó a Ardilla, a Rebeca y a Merlín. Ni el árbol ni los animales tenían ambición, y la ambición de Merlín provenía sin duda de su corazón. Todos permanecían sanos y felices; eran hermosos especímenes de la vida.

Después pensó en sí mismo: escuálido y con una barba que empezaba a tener mal aspecto. Estaba malnutrido, nervioso, y exhausto por tener que arrastrar su pesada armadura. Había adquirido todo esto por su ambición mental, y ahora comprendía que todo eso debía cambiar. La idea le inspiraba temor, pero luego pensó que ya lo había perdido todo, así que ¿qué más podía perder?.

- A partir de este momento, mis ambiciones vendrán del corazón - prometió el caballero."

Asi como el caballero reflexionó sobre su vida y decidió que sus ambiciones serían las del corazón, asi debemos hacer nosotros, reflexionar sobre nuestras vidas en el sentido de la ambición,  "podríamos vender algunas manzanas para obtener lo que deseamos y las que nos sobren darlas a quienes lo necesiten",  con ésto se quiere significar que no es malo desear superarnos para vivir decentemente, pero sabiendo separar la necesidad de la codicia, he ahí el punto. Sólo los seres demasiado elevados en su espíritu son aquellos que se desprenden de todo para hacer de su vida una total entrega a sus semejantes, pero para ser asi hay que tener mucha elevación interior y espiritual y no es fácil ni sencillo, somos seres muy atados a los placeres materiales de éste mundo, pero podemos dar un paso a la vez  e ir practicando la ambición del corazón, para asi poder conquistar para nosotros  instantes de felicidad interior al mismo tiempo que damos a los demás.

Hay mucho trabajo de luz que hacer en éste tiempo de Ascensión, hay mucho que dar, que entregar,  nada nos cuesta usar un poco de nuestro ocupado tiempo para dar a los demás unos minutos, cada quien puede dar algo de sí mismo, ser generosos y dar un poco de nuestro tiempo, no nos hará menos pobres o más infelices, al contrario, incrementará nuestra riqueza interior, nos regalará instantes de felicidad al saber que podemos dar algo bueno de nosotros mismos a quien lo necesite, déjemos el egoísmo a un lado y empecemos a ser más generosos y bondadosos, usemos la ambición del corazón para crecer, desear, hacer, pero sobre todo para sentirnos más felices. Demos nuestro corazón, ambicionemos siempre darlo, es el más hermoso regalo que podemos ofrecer.

"Todas las ambiciones son detestables, excepto las que ennoblecen y estimulan a la humanidad". Joseph Conrad 

Que la paz y la luz estén con ustedes,
Dina 

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