Hoy vengo a compartir con ustedes mi dolor, mi padre ha fallecido el 13 de septiembre después de luchar por su vida con mucho ahínco, pero la enfermedad venció su cuerpo más no su alma.
Escribo éstas letras en su memoria, porque fue un luchador, un hombre lleno de optimismo y positivismo en la vida, en sus últimos días y ya muy avanzada su enfermedad siempre al preguntarle cómo se sentía contestaba: "Bien , muy bien", cuando yo sabía que no era asi, él quería estar bien y siempre mandaba mensajes de luz y positivismo a su cuerpo, a sus células, a sus órganos. Fue un valiente, enfrentó el cáncer con entereza, decía que él le ganaría la batalla a ese cangrejo, su mente positiva le sirvió para no sentir un sólo dolor en los cinco meses que duró su enfermedad, debilidad, cansancio, y todos los demás efectos de medicamentos, terapias y de la misma enfermedad las sentía pero manejó el dolor físico tan bien que nunca lo padeció.
Pero hay un dolor emocional que es más fuerte que el dolor físico, ese dolor que nos corroe el alma y que nos consume internamente cuando vemos que la vida se nos escapa y que aún deseamos permanecer en éste plano.
Pero hay un dolor emocional que es más fuerte que el dolor físico, ese dolor que nos corroe el alma y que nos consume internamente cuando vemos que la vida se nos escapa y que aún deseamos permanecer en éste plano.
Quiero compartir con ustedes mis reflexiones en ese sentido, además de mi dolor.
La vida con una enfermedad terminal se va apagando día a día porque el deterioro es inevitable, pero los pensamientos de muerte deben estar presentes, aunque también los de esperanza, esos no nos abandonan jamás.
Y es algo que me lleva a analizar esos últimos días cuando nos enfrentamos a la muerte, cómo nos enfrentamos a ella y aquí intervienen los apegos a éste plano material.
Mi padre era un hombre sumamente bueno y bondadoso con mucha fe en Dios y en los seres de luz, sin embargo estuvo muy apegado a éste plano material, no por las cosas materiales en sí sino por los afectos que sabía que estaba dejando aquí al marcharse.
Sufrió mucho esos días previos a su muerte, porque aunque su cuerpo ya no le respondía, su alma y su conciencia estaban muy lúcidos, sabiendo todo lo que pasaba a su alrededor. Los dos últimos días ya no podía hablar, pero apretaba la mano para hacer saber que estaba atento a todo, era su modo de decir sí o no.
El sufrimiento que tuvo mi padre no fue físico como les dije, porque el Creador en su benevolencia no lo dejo padecer dolor fìsico, pero ese otro dolor, el del alma sí lo tuvo, el dolor emocional, ese que nos hace llorar ante lo inevitable e irremediable, los ojos son las ventanas del alma asi dicen, los de mi padre fueron las ventanas hacia su corazón y su dolor por dejarnos.
También sintió miedo, estaba nervioso, y asi lo manifestó, dijo que estaba nervioso, la cercanía a la muerte, ese no saber qué nos espera en ese otro lado, y saber que lo cruzaremos solos al igual que cuando nacimos, ese sentimiento genera un miedo y una angustia que no podemos disimular en el umbral de la muerte.
Creo que tenemos un deber que cumplir con nosotros mismos y es avanzar en el camino de la evolución espiritual, ascender cada día más en conocimientos y luz, para poder despedirnos de la vida sin temores, y para hacer más sencillo el paso a ese otro plano, el regreso al Hogar de Luz. Si nosotros estamos preparados, no sólo será mucho más fácil ascender a la luz, sino que podremos ayudar a nuestros seres queridos a que ellos también puedan despegarse del cuerpo material sin miedo ni angustia.
Y es algo que me lleva a analizar esos últimos días cuando nos enfrentamos a la muerte, cómo nos enfrentamos a ella y aquí intervienen los apegos a éste plano material.
Mi padre era un hombre sumamente bueno y bondadoso con mucha fe en Dios y en los seres de luz, sin embargo estuvo muy apegado a éste plano material, no por las cosas materiales en sí sino por los afectos que sabía que estaba dejando aquí al marcharse.
Sufrió mucho esos días previos a su muerte, porque aunque su cuerpo ya no le respondía, su alma y su conciencia estaban muy lúcidos, sabiendo todo lo que pasaba a su alrededor. Los dos últimos días ya no podía hablar, pero apretaba la mano para hacer saber que estaba atento a todo, era su modo de decir sí o no.
El sufrimiento que tuvo mi padre no fue físico como les dije, porque el Creador en su benevolencia no lo dejo padecer dolor fìsico, pero ese otro dolor, el del alma sí lo tuvo, el dolor emocional, ese que nos hace llorar ante lo inevitable e irremediable, los ojos son las ventanas del alma asi dicen, los de mi padre fueron las ventanas hacia su corazón y su dolor por dejarnos.
También sintió miedo, estaba nervioso, y asi lo manifestó, dijo que estaba nervioso, la cercanía a la muerte, ese no saber qué nos espera en ese otro lado, y saber que lo cruzaremos solos al igual que cuando nacimos, ese sentimiento genera un miedo y una angustia que no podemos disimular en el umbral de la muerte.
Creo que tenemos un deber que cumplir con nosotros mismos y es avanzar en el camino de la evolución espiritual, ascender cada día más en conocimientos y luz, para poder despedirnos de la vida sin temores, y para hacer más sencillo el paso a ese otro plano, el regreso al Hogar de Luz. Si nosotros estamos preparados, no sólo será mucho más fácil ascender a la luz, sino que podremos ayudar a nuestros seres queridos a que ellos también puedan despegarse del cuerpo material sin miedo ni angustia.
Es muy duro hablar de éste tema, pero es una realidad que todos vamos a enfrentar tarde o temprano, una realidad de la cual nadie va a escapar, asi ahora se eviten el leer o hablar sobre ello.
Prepararnos para la muerte y el bien morir se hace necesario, es casi un deber que tenemos. Piensen que no sólo sufre el que sabe que está muriendo sino también los familiares que le rodean y le ven sufrir sin poder evitar el desenlace de la muerte.
Mi padre sufrió dolor emocional hasta horas antes de su muerte, tuvo mucha angustia en sus ojos, lloraba....mientras sólo podía apretar la mano del hijo/a, esposa, que tenía a su lado en ese momento, no quiero ni imaginar los pensamientos que entonces tendría en su mente, lo que estaría queriendo decir, la angustia del partir, del saber que nos dejaba sin su apoyo y presencia. Daría parte de mi vida por haber podido mitigar esa pena emocional y poder haberle aliviado la angustia de la muerte.
Pero es que morirse consciente por una enfermedad, es algo que nos da tiempo de pensar, de saber lo que pasa, de despedirte si aceptas la realidad, mi padre se aferró a la vida hasta el último instante, no quería irse, no dejaba de luchar, tenía que soltarse y dejarse ir en paz, pero no pudo, su amor por la familia era más fuerte que todo, su amor por la vida, su amor por los seres que amó y que le acompañaron a lo largo de su vida, mi madre y nosotros sus hijos.
Sus últimas horas de vida, fueron mitigadas por una morfina que lo ayudó a relajarse y a morir tranquilo en medio de un sueño, ya sin angustia. Pero deben saber que a pesar de estar dormido o en coma, los pacientes pueden ver, oir y sentir todo, asi parezca que no, su alma en esos momentos está alerta sabiendo que dejará el cuerpo material, que incluso puede salir y entrar del cuerpo varias veces antes de que el corazón o los latidos vitales paren, por eso es que se dice que muchas personas logran ir a despedirse de sus seres queridos antes de morir, están en ese estado en que salen y entran al cuerpo físico y ven todo lo que pasa. Hasta que su cuerpo deja de respirar y la vida material se detiene, entonces el alma o esencia de luz sale del cuerpo pero queda atada a él por 72 horas, rondando cerca, mirando a sus familiares, incluso están presentes en su funeral, mirándolo todo y sabiéndolo todo.
Un amigo de la familia que es un maestro de luz, nos dijo que mi padre ascendió a las 24 horas de fallecido, es decir que subió a la luz más rápido que lo que se espera, seguro estuvo ayudado por sus guias de luz y sus familiares que lo fueron a recibir. Pensé que por sus apegos a la familia tardaría mucho más en subir y elevarse, pero al parecer no fue asi, cosa que me alegra, su corazón era tan noble que seguro el Creador le permitió ascencer más pronto de lo normal, dicen que las cadenas de oración que tuvo por su salud favorecieron ese ascenso más rápido también.
En cambio hay otras almas que si sus apegos son muy grandes, entonces se ponen muy densos y no logran ascender tan pronto porque asuntos familiares inconclusos los retienen en éste plano material, a veces puede ser que estén confundidos y no se quieran dar cuenta que han muerto, y por eso se quedan anclados cerca de éste plano, hasta que los ayudan a subir, algún maestro o guía de luz. Les recomiendo leer el libro del Dr. Michael Newton, " La vida entre vidas".
Lo que reflexiono sobre éstas cosas es que debemos seguir trabajando en la evolución espiritual para poder hacer mucho más fácil y sereno el trance de dejar el cuerpo fisico llegada nuestra hora de partir, para no sufrir tanto al marcharnos, yo sé que no es fácil lo que les digo, yo misma he sufrido y sufro mucho con la partida de mi padre, pero sé que debo parar de sufrir, porque lo ato con preocupaciones a éste plano que él ya dejó, y nuestras lágrimas no los dejan estar en paz, pero nosotros seres tan humanos, estamos en un camino de evolución y aprendizajes que son duros de asimilar, para mí es la primera vez que pierdo a un familiar cercano y en éste caso a mi padre, que era y fue siempre mi pilar y único amor verdadero, y me siento desarraigada, perdida, como si no encontrara donde asirme, es un dolor muy hondo que me cala dentro y me estruja el alma, pero estoy trabajando por recuperarme para poder continuar con la misión que aún tengo en éste plano, que debo terminar de cumplir, mi padre tuvo una vida sana por 84 años, nunca se enfermó hasta hace 5 meses que contrajo cáncer, mi padre escribió un libro, sembró árboles y tuvo hijos, Dios se lo llevó cuando había finalizado su misión, en ese sentido fue un hombre dichoso.
Pero nosotros los que aún estamos en éste plano debemos trabajar cada día por nuestra elevación espiritual, por terminar las obras que tenemos inconclusas en éste mundo, por hacer de nuestro corazón un lugar más pleno, por dar y entregar, por amar y perdonar, por ser benevolentes con el prójimo, por desterrar los miedos y los apegos a las cosas materiales del mundo. Decía Leonardo Da Vinci:
"Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte"
Y es así como dice ésta frase, una vida bien usada, en el bien, en el amor, en la paz y la hermandad, trabajemos en los valores que nos hacen ser cada día más humanos, enriquezcamos el corazón y el alma con buenas obras y acciones, demos y agradezcamos por lo que recibimos, para que al morir podamos estar en paz con todos, con nosotros mismos y que podamos aprender a ver la muerte con optimismo en ese momento y sin temor, tarea nada fácil, lo sé, pero que debemos trabajarla si queremos desprendernos de éste plano sin sufrimiento emocional. Los sufrimientos físicos no los podemos controlar, esos vendrán de seguro con las enfemedades, pero la ciencia puede mitigarlos con medicamentos, pero los emocionales si no los aprendemos nosotros a mitigar, nos harán muy desdichados en ese momento de transición de un plano a otro.
"Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo". Platón.
Que la paz y la serenidad estén con ustedes,
Dina
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